En ciertas ocasiones hemos leído o sentido hablar sobre el retrogusto cuando se refieren a cualidades sensitivas de los vinos, apelando que el lector o consumidor entiende a que se refieren con esto, pero muchas veces pasa que no están seguros realmente que es.
¿Tiene que ver con el aroma? ¿con el sabor? ¿actúa la nariz, papilas gustativas o garganta? Bueno, en realidad es un poco de cada uno de ellos.
El retrogusto (también llamado final de boca) es la combinación de sensaciones que el vino nos ha dejado en la nariz, boca y garganta una vez que tragamos el vino. Esos segundos posteriores son fundamentales para determinar que sentimos, y sobre todo si nos gusta eso que sentimos.
No existe vino que no posea retrogusto, es cuestión de práctica para poder ir entendiendo y aprendiendo la diferencia en cada uno de ellos.
Lograr esto, así como la identificación de cada nota o sabor en una degustación, depende solo de nosotros y de que tan seguido entrenemos nuestros sentidos. A medida que pasa el tiempo podremos ir ampliando nuestros umbrales de aromas y sabores. Es importante saber que no se logra de la noche a la mañana y como todo, algunos tienen más facilidades que otros pero la práctica hace al maestro.
Un primer paso para aprender a descubrir el retrogusto sentir que tan prolongado es el sabor que sentimos una vez que tragamos el vino, entonces sabremos si el retrogusto es bajo, medio o largo. Luego interpretemos si lo que sentimos nos gusta o no, diferenciando lo agradable de lo desagradable.
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