Muchas veces nuestro ámbito laboral logra que nos instalemos en diferentes puntos geográficos para realizar el trabajo cotidiano, y claro, si hablamos de oficina seguramente lo primero que se nos vendrá a la mente es un cubículo con un escritorio, una silla y una computadora.
Pero no siempre es así.
En el rubro de la enología y agronomía, las oficinas terminan siendo cada viñedo donde uno lleva su cuaderno a espirales, su agenda y por supuesto, su notebook llena de polvo y tierra. Esto no es por descuido o falta de limpieza, sino que de repente es necesario frenar la camioneta, tomar muestras en cada viñedo y por supuesto anotarlas en las conocidas tablas de excel para luego lograr una trazabilidad y evaluación mediante curvas y gráficos.
Quizás piensen que es algo incómodo o poco práctico, sobre todo a la hora de pensar que por las mañanas de invierno el frío penetra los huesos y en las siestas de verano el calor es agobiante, pero la verdad que más allá de ser casi obligatoria esta metodología de trabajo, no todo es un problema. El polvo y la tierra se contrarresta con la magnífica naturaleza que se puede contemplar. La falta de café calentito se soporta con algún mate y termo de compañía. Quedarse sin impresora para sacar el trabajo o imprimir el e-mail seguramente queda en el olvido cuando se respira aire puro y fresco que renuevan la energía. Ni hablar de la decoración de la oficina, esos cuadros inertes de paisajes naturales se transforman en una imagen permanente y real.
Muchas cosas pasan en los viñedos durante todo el año, y por eso es que quién esté a cargo de él, quién dependa de él o quienes estén encargados de su cuidado, tengan las mejores oficinas con los mejores paisajes.
Pablo Ponce
@pablop11
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