Toda celebración que se merezca un re encuentro o festejo, nunca falta una buena botella de champagne para brindar. Se trata de un vino blanco espumante (obtenido de manera natural) aunque también tiene su variedad en rosado.
El champagne o champán fue rápidamente considerado una bebida de “lujo” allá por el siglo XVII donde se popularizó el consumo de estos vinos. Personalidades tan diferentes como Marilyn Monroe o Napoleón fueron grandes consumidores de esta bebida.
Como curiosidad, “la primera competición automovilística donde se usó el champán fue en 1907 en la carrera Peking-París. Dan Gurney inició la tradición de bañar al público y a los demás pilotos al festejar su victoria en las 24 horas de Le Mans de 1967, aunque Graham Hill había hecho lo mismo con vino espumante en el Gran Premio de Australia de 1966“. También es tradicional estrellar una botella de champán contra el casco del barco en su botadura para demostrar su solidez; es de mal augurio que la botella no se rompa.
Muchas veces, a la hora de destapar la botella, lo “típico” es escuchar el sonido del corcho saliendo de la botella pero en unas correctas medidas de etiqueta lo idóneo es que el sonido sea, incluso, casi imperceptible.
Pero y, ¿por qué brindamos con champagne?
Como contaba anteriormente, el champagne se considera una bebida de gran calidad, sobre todo en la antigüedad donde reyes, monarcas, políticos y aristócratas eran quienes frecuentaban los espumantes.
Y claro, mientras más poder y riqueza, más gente quería borrarlos del mapa, y era bastante normal que se envenenaran las copas, por ello, chocaban fuertemente sus bebidas para que el líquido de una pasara a la otra y así quedar claro que no había envenenamiento (o por lo menos demostraban que entre los comensales presentes no querían envenenarse).
A veces nos sorprenden como tradiciones de toda la vida tienen historias tan “oscuras” detrás.
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