La creación de las copas de vino es una actividad relativamente reciente, que se originó en Venecia, con el fin de prevenir incendios que pudiesen desencadenar una catástrofe, trasladaron en el siglo XIII a sus sopladores a la isla Murano. Durante muchos siglos fueron las obras de arte que vendían los comerciantes venecianos por toda Europa y Medio Oriente.
Estas confecciones estaban valoradas en las cortes reales y eran muy artísticas. Entre las vasijas que hacían los sopladores, estaban las copas que hicieron para suplantar los vasos de vino que se usaban a diario en las casas, por algo más lujoso. Sin embargo, no fueron bien aceptadas en un principio, por el defecto que tenían en su forma: las copas se ensanchaban hacia arriba hasta acabar en una amplia boca, de modo que en vez de concentrar el bouquet dejaba que se evaporar rápidamente.
Sin embargo, los sopladores de Bohemia, mostraron una mayor preocupación por mostrar el verdadero sentido de la copa de vino, aunque muchas veces pecaban de hacer diseños excesivamente ornamentados, que pasaban a ser molestos y poco funcionales.
Antiguamente, las copas eran de boca generosa pero de cuerpo bastante mezquino. El mejor ejemplo es la antigua copa de champaña, la de boca ancha: una minibañera con pie. Además, para sujetar esa copa entre los dedos había que tomarla por debajo del cuerpo, lo que hacía calentar las burbujas con rapidez.
Los dos modelos de copa que se mantuvieron hasta ahora, son la copa con forma de balón y la tulipa o flauta. La copa de balón de Francia cumple de modo sencillo con su objetivo siempre que no se llene demasiado y en cada región vinícola aparece con ciertas variaciones. Entre las copas tradicionales deben elogiarse las que usan los bebedores de vino andaluces, tipo jerez, porque su catavinos es la antecesora de la utilizada en catas: cuerpo alto que concentra aromas y garantiza así un completo disfrute.
Fuentes: http://es.scribd.com/ , http://cocinayvino.net
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