En el día de la enología quiero compartir esto con ustedes
Hoy 5 de mayo celebramos el día de una profesión milenaria, cuyos orígenes datan del 6.000 AC cuando se empleaban en ritos religiosos, funerarios y fiestas populares.
Hoy 5 de mayo celebramos el día de una profesión milenaria, cuyos orígenes datan del 6.000 AC cuando el jugo de uva fermentado se empleaba en ritos religiosos, funerarios y fiestas populares.
El vino siempre tuvo su lugar en la historia, desde momentos en donde ni siquiera se llamaba así. Sus comienzos fueron de manera accidental, donde el jugo de uva con agregado de azúcar fermentaba de manera casual y accidental. No fue hasta el 3.000 AC donde los indicios muestran los primeros pasos de la enología como tal (esto es porque se buscaba hacer vino por métodos ancestrales), en la antigua Mesopotamia.
Miles de años pasaron y acá estamos, celebrando el día de una profesión que las casualidades y destinos permitieron que desarrollara de manera personal, en primera instancia en el área técnica como enólogo y actualmente aplicado a la comunicación.
Lejos estoy de quienes cuentan historias de sus abuelos bodegueros o tíos viñateros, con parientes enólogos o una familia ligada enteramente a la industria, disfrutando de ese pasado que contempla vino, uvas y fincas. No, para nada. Buscando e investigando descrubrí que de todo el árbol genealógico soy el primero involucrado en la enología.
Cuando empecé la carrera en la Facultad Don Bosco la mayoría me preguntaba qué era lo que estaba estudiando, y luego de explicarles recurrían a la siguiente pregunta: “¿Por qué?”. En ese momento era difícil de expresar un montón de sensaciones internas que ni siquiera yo las lograba decodificar. Simplemente sabía que estaba donde quería, por lo cuál mi respuesta se resumía a “Porque me gusta una bocha”.
Admito que como cualquier comienzo desde cero no fue para nada fácil. La enología era un mundo nuevo donde no paraba de ver y leer libros o revistas que a veces parecían estar en un idioma diferente. El 2002 aún estaba lejos del boom informático en el cual vivimos hoy.
Luego de transitar varias vendimias y bodegas (del 2004 al 2013) mis ganas por la escritura y comunicación fueron más fuertes que yo.
¿Qué me hizo cambiar tan drásticamente?
El impulso más intenso fue darme cuenta que todo lo que había aprendido en la universidad y el trabajo podía transmitirlo de una manera sencilla y entendible para quienes estaban como yo en el comienzo de la carrera, o simplemente para aquellos que les gusta el mundo del vino pero creen que es algo difícil o solo para expertos.
“Cuando seas grande, sé la persona que necesitabas cuando eras joven”. Jamás me voy a olvidar esa frase. Y de ahí el porqué de lo que hago actualmente.
Ojo, no fue fácil entrar en un mundo ajeno a mi como es el de la comunicación, con gente especializada de la cual uno aprende permanentemente. Así que otra vez estaba ahí, iniciando un camino desde la nada.
A la enología le debo mucho. Muchísimo. Celebrar su día me llena de alegría, porque es el significado de muchas cosas, festejamos la profesión, lejos de las personas o las marcas. Es algo tan global como el vino en sí.
Ya terminando, hacía tiempo que tenía ganas de volver a las raíces de este blog, contando y transmitiendo sobre quién intenta a diario desburrarlos y demostrarles que el mundo del vino es fantástico, fascinante y divertido.
Quizás mi hija siga mis pasos, o algún sobrino, no lo sé. Lo que si sé es que en todas las familias siempre alguien comenzó con un legado, y quizás este sea el mio.
Hoy 5 de mayo celebramos el día de una profesión milenaria, cuyos orígenes datan del 6.000 AC cuando el jugo de uva fermentado se empleaba en ritos religiosos, funerarios y fiestas populares.
El vino siempre tuvo su lugar en la historia, desde momentos en donde ni siquiera se llamaba así. Sus comienzos fueron de manera accidental, donde el jugo de uva con agregado de azúcar fermentaba de manera casual y accidental. No fue hasta el 3.000 AC donde los indicios muestran los primeros pasos de la enología como tal (esto es porque se buscaba hacer vino por métodos ancestrales), en la antigua Mesopotamia.
Miles de años pasaron y acá estamos, celebrando el día de una profesión que las casualidades y destinos permitieron que desarrollara de manera personal, en primera instancia en el área técnica como enólogo y actualmente aplicado a la comunicación.
Lejos estoy de quienes cuentan historias de sus abuelos bodegueros o tíos viñateros, con parientes enólogos o una familia ligada enteramente a la industria, disfrutando de ese pasado que contempla vino, uvas y fincas. No, para nada. Buscando e investigando descrubrí que de todo el árbol genealógico soy el primero involucrado en la enología.
Cuando empecé la carrera en la Facultad Don Bosco la mayoría me preguntaba qué era lo que estaba estudiando, y luego de explicarles recurrían a la siguiente pregunta: “¿Por qué?”. En ese momento era difícil de expresar un montón de sensaciones internas que ni siquiera yo las lograba decodificar. Simplemente sabía que estaba donde quería, por lo cuál mi respuesta se resumía a “Porque me gusta una bocha”.
Admito que como cualquier comienzo desde cero no fue para nada fácil. La enología era un mundo nuevo donde no paraba de ver y leer libros o revistas que a veces parecían estar en un idioma diferente. El 2002 aún estaba lejos del boom informático en el cual vivimos hoy.
Luego de transitar varias vendimias y bodegas (del 2004 al 2013) mis ganas por la escritura y comunicación fueron más fuertes que yo.
¿Qué me hizo cambiar tan drásticamente?
El impulso más intenso fue darme cuenta que todo lo que había aprendido en la universidad y el trabajo podía transmitirlo de una manera sencilla y entendible para quienes estaban como yo en el comienzo de la carrera, o simplemente para aquellos que les gusta el mundo del vino pero creen que es algo difícil o solo para expertos.
“Cuando seas grande, sé la persona que necesitabas cuando eras joven”. Jamás me voy a olvidar esa frase. Y de ahí el porqué de lo que hago actualmente.
Ojo, no fue fácil entrar en un mundo ajeno a mi como es el de la comunicación, con gente especializada de la cual uno aprende permanentemente. Así que otra vez estaba ahí, iniciando un camino desde la nada.
A la enología le debo mucho. Muchísimo. Celebrar su día me llena de alegría, porque es el significado de muchas cosas, festejamos la profesión, lejos de las personas o las marcas. Es algo tan global como el vino en sí.
Ya terminando, hacía tiempo que tenía ganas de volver a las raíces de este blog, contando y transmitiendo sobre quién intenta a diario desburrarlos y demostrarles que el mundo del vino es fantástico, fascinante y divertido.
Quizás mi hija siga mis pasos, o algún sobrino, no lo sé. Lo que si sé es que en todas las familias siempre alguien comenzó con un legado, y quizás este sea el mio.
Feliz día de la enología.
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