Bodega del Fin del Mundo tiene mucho que festejar.
En abril se cumplieron catorce años de su inauguración. Para ser más exactos, la historia oficial de la prestigiosa bodega se inició un 12 de abril de 2003. En aquel momento lo que se abrió al público fue un edificio vivo que seguiría creciendo para adaptarse al crecimiento de los viñedos, a la mayor producción y al crecimiento comercial. Pero debemos remontarnos más atrás en el tiempo para conocer su trayectoria completa.
Después de tres años de trabajos exhaustivos de investigación acerca del suelo, la insolación y los vientos y de asegurarse la provisión de agua del Río Neuquén, en el año 1999 Fin del Mundo comenzó a plantar las primeras vides. La primera cosecha vinificada fue en el año 2002 y las variedades que se elaboraron fueron Malbec, Cabernet Sauvignon, Pinot Noir, Merlot y Chardonnay.
La primera botella de Bodega de Fin del Mundo que se etiquetó y se puso a la venta era de la línea Postales Del Fin del Mundo, después vendría Newen. Para los vinos reserva todavía faltaba tiempo de crianza pero la bodega apostó por varietales jóvenes que estaban llenos de brío y fruta.
El primer premio que recibió Fin del Mundo llegó de la mano de un Malbec cosecha 2002: una medalla en el concurso Cata D’Or. Todavía la bodega no tenía nombre y la botella no contaba con una etiqueta. Este reconocimiento fue una señal, un augurio del largo camino que le esperaban a los vinos de la Patagonia.
Todo hacía pensar que el futuro era auspicioso en lo enológico, se habían realizado múltiples y detallados estudios que así lo vaticinaban, pero muchos consultores y expertos consultados afirmaban que era una locura plantar en un lugar tan remoto y que además iba a ser muy difícil instalar, en un mercado tan saturado como el del vino, un producto de una región que pocos conocían.
A pesar de los pronósticos adversos, el origen Patagonia resultó tener mucho atractivo y, junto a la calidad y singularidad de los vinos, Bodega del Fin del Mundo consiguió que sus vinos se fueran haciendo conocidos. El boca en boca, la curiosidad de un mercado que se abría a nuevas experiencias y el posicionamiento de Patagonia como una zona de producción de calidad conspiraron en favor de la bodega. La primera exportación de Fin del Mundo fue a Holanda. Se enviaron botellas de Pinot Noir y un Blend Sauvignon Blanc-Semillón.
Un par de años más tarde, en 2005, Julio Viola, fundador de la bodega conoció a Michel Rolland mientras dirigía una cata de sus vinos de Bordeaux y decidió tentarlo para que fuera a conocer lo que había desarrollado en San Patricio del Chañar. Michel, un aventurero nato, aceptó la invitación y más tarde, al conocer el potencial de los vinos y de la región decidió sumarse como consultor.
Pasaron años de crecimiento y aprendizaje muy intensos y en 2009 la Familia Viola y la Familia Eurnekian se asociarían para seguir trabajando en el crecimiento de la región y el posicionamiento de los vinos. Hoy, Bodega Del Fin del Mundo y sus vinos son reconocidos en Argentina y el resto del mundo y sigue trabajando, innovando y perfeccionándose para encontrar la mejor expresión posible del terruño y de cada varietal.
Siempre preocupada por traer nuevas propuestas y por transmitir la magia patagónica a sus seguidores, Fin del Mundo esta organizando la Expo vinos de la Patagonia. Esta feria será la primera en reunir a los mejores vinos del sur de la Argentina en Buenos Aires.